Las leyes de la física pertenecen al mismo conjunto de leyes universales al que pertenecen las leyes de la ética. Es decir, así como hay verdades físicas que podemos observar empíricamente, también hay verdades éticas que podemos observar empíricamente. La negación de las leyes éticas universales, es decir, el subjetivismo, es equivalente a la negación de las leyes físicas, y los resultados son igualmente catastróficos. Cuando ignoramos las leyes de la física, hay graves consecuencias físicas. Imagina abordar un avión cuyo ingeniero se opone a las leyes físicas de la aerodinámica. Del mismo modo, cuando ignoramos las leyes de la ética, tenemos discordia social, angustia mental, depravación y degeneración viciosa. Es cierto que las leyes parecen, por su propia naturaleza, opresivas. Las leyes físicas, por ejemplo, parecen forzar toda la materia a una subordinación obediente. Sin embargo, en el mismo sentido en que considerar las leyes de la física nos permite crear cohetes funcionales, chips de computadora, maravillas agrícolas, instrumentos musicales y todo tipo de maravillas, también considerar las leyes de la ética nos permite florecer con un sentido de claridad moral, una conciencia libre de culpa y confianza en la virtud que nos faltarían en nuestra desobediencia infantil y autojustificada a esas leyes. La relatividad moral, la idea de que cualquier conjunto de leyes éticas creadas por el hombre es tan válido como el siguiente, es una idea tan inteligente como sugerir que 2+2=5 es tan igualmente válido como 2+2=4. Y los sistemas e instituciones fundados en la relatividad moral (o peor aún, en paradigmas antiéticos) serán igualmente disfuncionales que las máquinas construidas sobre supuestos físicos erróneos. Pero no te lo tomes solo de mi palabra. Una vida no observada no vale la pena vivir. Aristóteles dijo que la acción verdaderamente virtuosa (aquella que se alinea con el bien moral superior al que apuntan todas las cosas buenas) producirá un sentido de realización y bienestar llamado "eudaimonia." Lincoln lo dijo de manera más simple: "Hago el bien, me siento bien. Hago el mal, me siento mal." Al observar la relación causa-efecto de tus elecciones éticas, puedes determinar algunas de las propiedades de las leyes universales de la ética. Adorar la Verdad como un fin en sí mismo debería ser el punto de partida para cualquier hombre o mujer que valga la pena. Aquellos que ven la verdad como un medio y no como un fin renunciarán a la verdad si pueden alcanzar su fin con una mentira más fácil.
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