¿Te preguntas qué es realmente un "front-end"? Desde sitios web de solo lectura (Web1.0) hasta sitios web interactivos (Web2.0) y front-ends para redes sin permisos (Web3.0), todos hemos experimentado de primera mano la evolución de cómo accedemos a Internet. Con el auge de la Web3.0, ahora debemos enfrentarnos a las diferencias fundamentales en el funcionamiento de los front-ends y lo que eso significa para la ley y la política. En un nuevo artículo de @RebeccaRettig1, @amandatums y @LazPieper, proporcionamos una introducción a ambas preguntas.
2/ Primero, algunos conceptos básicos. Los sitios web tienen dos partes: un front-end y un back-end. El front-end es con lo que interactúa un usuario; El back-end es el software que hace que todo funcione. Con Web2.0, el proveedor de front-end (generalmente una gran empresa tecnológica o financiera) sirve como guardián del software de back-end que es propietario y de propiedad privada y operado por ellos. Los datos aportados por los usuarios a través de las interacciones con los front-ends de Web2.0 son propiedad de la empresa que los recibe. Con Web3.0, los front-ends hacen posible que los usuarios interactúen con redes blockchain donde el usuario (1) posee sus propios datos, (2) toma decisiones sobre cómo y cuándo compartir esos datos, (3) toma decisiones sobre cuándo y cómo participar en transacciones en una red blockchain o aplicación basada en blockchain, y (4) usa, transfiere y protege sus propios activos digitales.
3/ Los autores utilizan una analogía útil para ilustrar la diferencia central entre los dos: "En última instancia, mientras que el operador de un front-end Web2.0 actúa como un guardián de la puerta, el desarrollador de un front-end Web3.0 es similar a alguien que construye un puerto oceánico: cualquiera puede crear un acceso más fácil al océano, pero la gente también puede zarpar desde cualquier lugar que desee a lo largo de la costa. Y el hecho de que alguien construya un puerto, no significa que sea dueño de los barcos que lo usan".
4/ Las leyes actuales fueron diseñadas para guardianes de terceros, no para los "constructores de puertos" que crean un acceso fácil de usar a las cadenas de bloques públicas. A medida que la web evoluciona, también debería hacerlo la regulación. Dado que los usuarios controlan sus propios activos y datos en la Web3.0, los responsables políticos deben tenerlo en cuenta y abordar esta nueva era con curiosidad, permitiendo que la innovación crezca y prospere, al tiempo que estudian sus riesgos y beneficios reales. Es hora de que las regulaciones confronten las realidades de la tecnología que se supone que deben regular.
Y para obtener una útil "hoja de trucos" que expone las principales diferencias entre los front-ends de Web2.0 y Web3.0, haga clic aquí:
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