El principio permanente de la experiencia en política es el de la negación de la satisfacción. La política de masas es, en esencia, un drama que se moviliza a través de la promesa de catarsis, creando una anticipación de catarsis que deforma las tragedias sociales, impidiendo la catarsis. Los deseos son frustrados en el mismo proceso que los genera, sin alcanzar nunca un clímax catártico satisfactorio. El flujo incesante y la saturación atmosférica de los eventos crean una anticipación interminable sin alivio, ya sea en la certeza de un naufragio final o en destellos reveladores de éxito. Una sesión masturbatoria interminable sin clímax.