Los políticos son Pilates a granel, algunos en mejor sastrería que otros. Plantean su "¿Qué es la verdad?" al salir por la puerta, cronometrándolo para que la última sílaba caiga cuando el pestillo se cierra. Los oídos se tapan antes de que pueda colarse una respuesta. ¿Verdad? No hay tal cosa en el libro mayor.