Cada vez siento más envidia de esas personas que duermen solo cuatro horas al día y aún así trabajan de manera eficiente. Lo que más me limita en este momento no es la falta de apoyo de los demás, sino mi cerebro agotado que se queda sin la inspiración que necesito para tomar decisiones, el pensamiento fuera de lo común para resolver problemas de la manera más inesperada pero hipereficiente. Mi mente necesita un total de ocho horas en espera antes de que pueda volver a funcionar.